Javier Maroto no es
Hitler; es algo evidente. Pero igual de evidente es que Javier Maroto, Javier
de Andrés y el partido político al que pertenecen han adquirido unos modos y
unos discursos que les acercan cada día mas a las fuerzas políticas de extrema
derecha.
Javier Maroto culpa a los inmigrantes de todos los males que
sufren vitorianos y vitorianas, y Javier de Andrés le secunda. No han hecho una crítica al fraude en las
ayudas sociales; en realidad lo que han dicho, y han repetido varias veces, es
que los inmigrantes marroquíes y argelinos vienen a vivir del cuento, que no
tienen ninguna intención de trabajar. Es
el viejo discurso de la extrema derecha, buscar como explicación a todos los
males un enemigo exterior.
Ni han pedido un
mayor control en las ayudas sociales, ni han planteado ninguna iniciativa
concreta en ese sentido. Directamente han cargado contra dos colectivos
concretos por razón de su origen o nacionalidad. Si hubieran puesto el acento en el problema
de la sostenibilidad de los servicios sociales, si hubieran propuesto medidas
para mejorar el control del fraude, su discurso hubiera merecido atención y
respeto. Sin embargo lo que han hecho es
buscar un enemigo que cargue con las culpas de los problemas económicos de miles
de alaveses y alavesas.
Y la responsabilidad de esos problemas no es desde luego de
los inmigrantes. Si una viuda cobra 500 euros de pensión la responsabilidad no
es de un inmigrante que cobra ayudas sociales, sino de un sistema de pensiones
que no cubre las necesidades mínimas de los pensionistas. Si hay en el estado
español un paro desbocado la responsabilidad no es tampoco de los inmigrantes,
sino de los gobiernos españoles que durante décadas se han dedicado a promover
la especulación en lugar de potenciar la economía productiva. Los inmigrantes
no son tampoco responsables de la corrupción generalizada en el estado español,
ni tienen nada que ver con los millones de euros que ha supuesto para las arcas
del Estado la corrupción que salpica al Partido Popular.
No quieren debatir sobre la sostenibilidad de las políticas
sociales o sobre el fraude, no quieren proponer medidas que ayuden a mejorarlas.
Han encontrado un chivo expiatorio que explica los efectos de la crisis y que
exime de responsabilidad a su propio partido.
Javier Maroto, y el PP vasco, comparten discurso en esta
materia con los partidos de extrema derecha europea como el Frente Nacional de
Marine Le Pen.
Pero no solo en esta materia, también en otras la deriva
hacia la extrema derecha del PP vasco es evidente. Hace unos días Iñaki
Oyarzabal pidió explicaciones sobre la financiación de los batzokis. Dijo no
tener ni pruebas ni indicios de que existiera irregularidad alguna, pero exigió
explicaciones. Después otros miembros de su partido han insistido en plantear
esas mismas dudas, admitiendo siempre que no tienen ni pruebas ni indicios de
que haya nada irregular. Es otra prueba del matonismo político propio de la
extrema derecha que caracteriza al Partido Popular del Pais Vasco. Se sienten
impunes para injuriar, calumniar y poner en duda la honorabilidad de sus
rivales políticos, y se lanzan a hacerlo
esperando conseguir algún rédito político. En este también comparten modos con
la extrema derecha.
En los últimos días muchas personas me han hecho llegar su
preocupación por la deriva del PP vasco, entre ellos algunos conservadores cabales
que se venían viendo representados por ese partido. Se preguntan que ha
ocurrido, porqué esos chicos que parecían tan modernos han virado hacia la
derecha de forma tan notoria.
No tengo una única explicación, pero supongo que algo tendrá
que ver el hecho de que el PP esté convirtiéndose poco a poco en un partido cada
vez mas minoritario en Euskadi, que lleva camino de la marginalidad. Incluso en
Alava el PP pinta cada vez menos. En las dos últimas elecciones el PP ha sido
en Alava la cuarta y la tercera fuerza política, sin posibilidad alguna de
optar al triunfo.
Algo puede tener que ver también el modo en el que se
produjo el cambio de liderazgo en el Partido Popular del país Vasco, entre
fuertes disputas internas y con la elección de la nueva Presidenta entre
rumores de pucherazo.
En suma, un partido roto, que pierde votos a raudales y en
el que los unos echan pestes de los otros. Un caldo de cultivo perfecto para
que cada cual diga la mayor estupidez, no vaya a ser que sus declaraciones se vean
tapadas por la barbaridad más grande proferida por cualquier compañero.
En esta situación el histerismo ha cundido entre los antaño
modernos representantes del PP vasco, y han pensado que quizás endureciendo su
mensaje, acercándose a los postulados de la extrema derecha y el populismo
lepenista, conseguirán rebañar los votos que necesitan para no tener una
debacle que les condene a la irrelevancia.
Se equivocan. Los alaveses y alavesas no quieren
extremismos. Quieren que sus gobernantes tengan sentido común, que se dediquen
a resolver sus problemas. No quieren ni alcaldes ni diputados generales
incendiarios que rivalicen entre sí por decir la barbaridad más grande. Quieren gente seria en las instituciones, que
dedique su tiempo, sus conocimientos y su experiencia a sacarnos a todos de
esta crisis, a generar empleo, a crear una Alava mas rica y mas prospera.
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