Nos ha sorprendido Zapatero con su precipitada propuesta, negociada previamente con Rajoy, de reformar la constitución para introducir en la misma una limitación del déficit que obligue a todas las administraciones públicas del Estado.
La sorpresa ha venido ocasionada en primer lugar porque hasta ahora constituía una verdad sagrada, al menos para los partidos denominados “constitucionalistas”, que la reforma constitucional era algo muy complejo, muy delicado y que debía en todo caso afrontarse con reflexión y cautela. Sin embargo Zapatero y Rajoy nos proponen, y probablemente nos impondrán, una reforma express que se pretende hacer prácticamente en cuatro días y sin someterla a referendum.
Esto demuestra que, al final, para reformar la constitución solo es preciso un requisito: que lo quieran quienes dirigen el Partido Socialista y el Partido Popular. Lo demás son tonterías.
De modo que cuando se nos dice que tal o cual propuesta no puede llevarse a cabo porque no se ajusta al contenido de la Constitución, lo que en realidad se nos está diciendo es que a lo que no se ajusta es a los intereses socialistas y populares, porque demostrado está que ambos partidos interpretan la constitución como quieren, y cuando quieren la cambian, sin más trámites ni requisitos que una charla telefónica entre Zapatero y Rajoy.
Esto demuestra una vez más que cuando la propuesta de nuevo estatuto aprobada por el Parlamento Vasco fue rechazada sin contemplaciones en Madrid, no lo fue porque chocara contra el contenido de la constitución española, sino porque chocaba frontalmente contra el deseo de Partido Socialista y Partido Popular de impedir que decidiéramos nuestro propio futuro. Así de claro y así de simple, como ha quedado demostrado ahora con la reforma express que han pactado Zapatero y Rajoy, o Rajoy y Zapatero que a los efectos lo mismo son..
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